Mágica en invierno, inquieta en verano, perezosa, pero llena de promesas en primavera y despreocupada en otoño: Verona es la ciudad del amor, pero sobre todo es una ciudad que se deja querer. En concreto por quiénes no tienen miedo en afrontarla cara a cara, o mejor dicho paso tras paso.
Pasee por sus calles disfrutando de la peculiar atmósfera que se respira; déjese encandilar por las plazas principales, con los edificios históricos con magníficas fachadas decoradas, las estatuas, las fuentes y las torres almenadas que sobresalen por encima de los tejados. Piérdase en las perspectivas que se abren camino a lo largo de las orillas del río Adige, siguiendo el recorrido del río hasta los famosos puentes que lo atraviesan, sumérjase en el corazón de la ciudad y emerja con espíritu renovado. Pero sobre todo tómese su tiempo para descubrir la ciudad, poco a poco.
¡Déjese sorprender y conquistar por la bella Verona!
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